Transantiago
Aca estoy en este momento.
Y a este
momento,
miro el
mapa del Metro.
Las
líneas cruzados así,
color a
color.
Y me
paro en los puntos de conexión –
donde
mi alma pequeña
toca la
ciudad gigante y gris y hay chispas.
Al tiro.
Hay
mucho para conocer.
Ahora
conozco bien el camino a casa.
El
Unimarc que queda en el rincón,
las peluquerías,
el restaurante de sushi.
Cruzo
la calle; el perro allá está en guardia.
No hacemos perro muerto.
Entro
por la puerta, saludo el hombre en guardia.
Nosotros
también somos seguros.
Aca vive una familia que pienso es mío.
Mis dos
hermanos –
traduzco
los videojuegos para ellos.
Juntamos
a la mesa y comemos pan y palta
Entiendo
la mitad de las bromas
¿Cachai?
Las
palabras fluyen de mi lengua,
ahora
más rápido que antes,
pero si
tengan sentido, no estoy seguro.
Escribo
un montón de palabras en mi cuaderno.
¿Ahora
tengo bastante para contar todo que he aprendido?
Un
vocabulario con que es posible expresar:
los
aulas y las tomas, los escritorios y la economía.
O las
penas que nadie puede explicar en cualquier lengua.
A este
momento,
veo
atrás,
a la
chiquilla que llegó con sus maletas.
¿Es
posible que solo haya pasado un mes?
Ella
parece una desconocida.
Si
conociéramos en el Metro,
chonclados piel a piel
¿Le
reconocería?
¿O
pasaría sin mirarle, subiría a fuera
al
camino familiar?
No quiere decir que no tenga miedo.
Todavía
encuentro miedos nuevos en cada rincón.
Hay
mucho que esconde con las arañas.
Pero
crucemos.
Al otro
lado
hay
besitos y tecito,
y no me
paro sola a este punto.
Conozcamos
en la estación del Metro.
Ven,
subiremos juntos.
Vendrá
el sol en la sombra de las montañas,
y el
olor de mani confitada.
Vendedores
ambulantes
en la
calle familiar
Sigamos
las líneas,
cruzados
así.
Color a
color a Color Esperanza.
Nos
vemos al próximo punto.
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